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Psicóloga en Vecindario especializada en gestión de las emociones - Desarrollo de las estrategias de regulación emocional

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ESTRATEGIAS DE REGULACIÓN EMOCIONAL


Carencias afectivas

En la vida real los niños que no se sienten queridos, que no tienen control sobre lo que ocurre a su alrededor, buscarán cualquier cosa que les dé una sensación de confort que no tienen. 

En la adolescencia y en la edad adulta esa carencia de afecto puede ser sustituida por cosas materiales, conocimiento, poder, sustancias, etc., cualquier cosa que pueda servir para llenar la sensación de vacío que deja la falta de afecto.

Al nacer, todos los niños necesitan el amor y el afecto de sus cuidadores para sobrevivir. Tratan de regularse emocionalmente en su relación con ellos, pero, si esto no es posible, se ven forzados a buscar estrategias de regulación ajenas mediante objetos, actividades o amigos que aporten la sensación de calma que no han podido encontrar en las personas que deberían habérsela proporcionado. Obviamente, llega un momento en que es terapéutico buscar actividades u objetos que permitan una separación de los cuidadores, pero resulta patológico si debe hacerse de forma desesperada para poderse regular.


DESARROLLO DE LAS ESTRATEGIAS DE REGULACIÓN

Hilburn-Cobb (2004) plantea tres propuestas para desarrollar un modelo que describa el modo en que los niños y adolescentes buscan estrategias de regulación para crear una base segura diferente a los padres y poder autorregularse.


Apego seguro

En los seres humanos la relación emocional con otros actúa como un regulador para obtener seguridad. Los padres que ofrecen un apego seguro crean una «zona segura» en la que el niño puede explorar sabiendo que sus cuidadores estarán disponibles si los necesita. La madre y el niño se regularán mutuamente. La madre actúa como base segura para que el niño posteriormente pueda regularse por sí mismo en situaciones de estrés.

Si bien el mecanismo más eficaz de autorregulación es el contacto con una madre que actúe como cuidadora, si se producen rupturas frecuentes en el apego, el niño buscará cualquier otro recurso disponible para autorregularse.


Apego inseguro

En contraste con los objetivos del apego sano, un elemento instrumental para disminuir la ansiedad o el malestar es la adquisición de herramientas de regulación. Estas pueden ser juegos, comida, deporte, drogas o alcohol. Todas en exceso pueden convertirse en patologías más o menos graves. Estos mecanismos de regulación pueden incluir o no a otras personas para autorregularse en la edad adulta.


Autorregulación en la infancia

Al inicio de la vida, la percepción de bienestar está completamente relacionada con el vínculo de apego. Poco a poco, el niño comienza a mostrar conductas encaminadas a lograr una congruencia entre sus necesidades en el momento y la respuesta de los cuidadores. 

Si el niño consigue su objetivo, se reforzará la conducta y tendrá una sensación de control; pero si no hay una consistencia entre su conducta y la respuesta de los cuidadores, se creará una sensación de no estar en control, de falta de seguridad y de alerta (Grawe, 2006).

Dependiendo de la necesidad de estar en alerta o en control que se haya experimentado en la infancia, se formarán distintas convicciones acerca de si el mundo es un lugar seguro o peligroso.

 Las rupturas en el apego de los niños, esto es en su relación con los cuidadores, violarán la regla de tener el control. Esto es sano si ayuda al niño a utilizar técnicas de exploración fuera de las figuras de apego y relacionarse con otras personas (otros niños en principio, compañeros en la adolescencia y parejas en la edad adulta), pero resultará patológico si la sensación de no tener control, y por lo tanto de ansiedad, es excesiva. Cierto grado de ansiedad es necesario para ser capaces de realizar tareas y hacerlo con interés, y permanecerá nivelado mientras sintamos que estamos en situación de realizarlas con éxito. La fase inicial de estrés es idéntica tanto en las situaciones que controlamos como en las que no, pero si la situación nos desborda, se activará el circuito del miedo.


Autorregulación en la adolescencia y vida adulta

Los seres humanos se organizan en base a la mejor estrategia de protección de la que disponen, en función de la edad, las experiencias pasadas y los recursos con los que cuenta en cada momento. Esta protección proviene principalmente de los cuidadores en la infancia, los amigos en la adolescencia y la pareja en la edad adulta (Crittenden et al. 2012). 

Si en la infancia las estrategias resultaron defectuosas y/o no se cuenta con recursos en el momento presente, se puede procesar la información respecto a una sensación de amenaza externa o interna como algo que desborda las capacidades. El individuo actuará para resolver la incertidumbre (y el consiguiente malestar) a corto plazo, sin reparar en las consecuencias a largo plazo. La urgencia por resolver el malestar provocará mucho más malestar a medio y largo plazo. Grawe (2006) lo explica con estas palabras:

«Queda claro que una violación de la necesidad de control es tóxica para la salud mental. La importancia de tener el control en los pacientes con trastornos de ansiedad es una forma evidente de hacer un esfuerzo desesperado para lograr controlar los síntomas. Los pensamientos rumiativos en las depresiones o trastornos ansiosos o las compulsiones en los TOC pueden ser descritos como una forma disfuncional de tratar de controlar algo que se ha vuelto incontrolable»


Autorregulación a lo largo de la vida

Las estrategias de regulación se irán modificando con la edad, a medida que se va pasando de la infancia a la pubertad y a la edad adulta. A medida que aumentan los recursos, también cambian las necesidades. En cada época de la vida, se buscarán mecanismos diferentes que reduzcan la ansiedad y permitan un nuevo equilibrio.

En la pubertad, con el incremento de las hormonas sexuales y los cambios anatómicos consiguientes, también cambian las necesidades psicológicas y se produce una transición hacia la búsqueda de personas afines y posibles parejas. Aunque en esta etapa tan importante del desarrollo predominan las necesidades sociales y también se usan sustancias, actividades o compañeros como mecanismos de regulación, los cuidadores siguen siendo necesarios para una regulación sana. Las relaciones de amistad son simétricas: cada uno busca ser cuidado por el otro, pero no se ven a sí mismos como cuidadores.

Finalizada la adolescencia y con el comienzo de la edad adulta, las prioridades empiezan a cambiar de nuevo: alejarse de los cuidadores, asumir más responsabilidades laborales y familiares, buscar pareja para formar unos vínculos firmes y crear una nueva familia. Los adultos aprenden a regularse con una pareja o por sí mismos, o continúan usando mecanismos de regulación externos para disminuir el malestar y la ansiedad. En una relación adulta madura, cada persona estará apegada, pero será también figura de apego para el compañero (Crittenden, 2002).

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